Seguir a Dios con todo tu corazón.
Yo era una niña obediente, al menos la mayor parte del tiempo. Pero aun así, tuve mis maneras de expresar mi resistencia: retrasaba mi obediencia hasta escuchar a mis padres llamarme por tercera vez, y luego entraba en la habitación de hombros encorvados y arrastrando los pies. Mi cuerpo comunicaba solo estoy haciendo esto porque me lo están pidiendo, pero preferiría estar en otro lugar.
El profeta Jonás también tuvo su racha de rebeldía. Cuando Dios lo envió a Nínive, la capital de Asiria, la ciudad de sus enemigos, Jonás abordó un barco que se dirigía a la dirección opuesta. Dios detuvo el barco con una tormenta, y los marineros atemorizados tiraron a Jonás por la borda. Luego Dios hizo que un gran pez se lo tragara… y lo depositara en la dirección correcta para otro intento.
En esta ocasión, Jonás obedeció. Pero el cuarto capítulo del libro de Jonás nos revela que su corazón no estaba en la misión. Él estaba amargado por la misericordia de Dios hacia los asirios. Jonás dejó muy claro que él no quería seguir la dirección de Dios.
Muchas de nosotras, que nos llamamos creyentes, no somos tan abiertamente desafiantes como Jonás, pero así como cuando yo era niña, quizás arrastramos nuestros pies, nos distraemos o deseamos internamente que nuestro Padre celestial nos asigne otra tarea distinta a la que nos ha dado. Nos oponemos porque nos sentimos inseguras de nuestras habilidades, incómodas al socializar con personas diferentes a nosotras o dudosas de que Dios cumplirá Su parte tal como prometido.
Aún así, Dios nos invita a diario a unirnos a Él en Su obra. Esto incluye el mostrar bondad, perdonar y servir a otros, y proclamar con valentía Su mensaje de salvación. Entonces, ¿cuál es el secreto de seguir la dirección de Dios?
Jonás 4:11 nos da la respuesta: «Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?» (NVI).
Dios invitó a Jonás a compartir Su preocupación por un pueblo perdido. Él quería que el profeta viera que los enemigos de los israelitas necesitaban tanto de Dios como cualquier otra persona.
Dios está interesado no tan solo en quienes somos sino también en lo que hacemos. Él quiere que hagamos más que solo servir a otros, Él quiere que amemos a aquellos a quienes servimos, tal como Él los ama. Si miramos a los demás a través de Sus ojos y Su corazón, será mucho menos probable que nos resistamos a Su llamado.
¿Qué te está pidiendo el Espíritu Santo que hagas hoy?
Si te sientes un poco renuente, pídele al Señor que fortalezca tu confianza en Él y tu amor por las personas a las que Él te llama a servir. Cuando digas «sí», caminarás en Su voluntad para ti, confiando que Él te dará la capacidad para hacer todo lo que Él te ha pedido.
por KAREN WINGATE