No fuimos creadas para caminar solas.
Al crecer, iba a la iglesia cada vez que se abrían las puertas.
Mi mamá priorizó llevarnos a la iglesia, y en casa, modeló su relación con Dios al crear oportunidades para que pasáramos tiempo con Él en nuestra vida cotidiana. Su fidelidad y consistencia dejaron una huella en mi ser.
Incluso ahora, entre el cuidado de sus padres ancianos, el cuidado de sus nietos y la administración de su hogar, continúa practicando las mismas disciplinas espirituales.
Como mujer joven, estoy agradecida de ser testigo de su dedicación. Junto con otras mentoras en mi vida, ella modela su estilo de vida con fe auténtica y obediencia a Dios. No es ostentosa, y si no tengo cuidado, puedo perderme las lecciones y los ejemplos de estas mujeres debido a mi ajetreo o apatía. Sin embargo, cuando hago una pausa, hay sabiduría que puedo extraer de aquellas que son mayores y más sabias que yo, que han elegido vivir sus vidas, no de manera perfecta, más bien de una manera fiel.
Nuestras vidas están bellamente entretejidas con aquellas que vienen delante, aquellas que vienen después de nosotras y aquellas con quienes nos rodeamos regularmente. Es imposible pasar por la vida sin ser impactada por nuestro «círculo íntimo» o comunidad.
Pablo reconoció esto en su carta a Tito. La gente de Creta, donde Tito fue enviado como pastor, era conocida por un estilo de vida opuesto al carácter y las enseñanzas de Cristo. Y los cristianos en Creta estaban modelando sus vidas según su cultura en lugar de las enseñanzas de Jesús. Fue en ese entorno que Pablo aconsejó a las mujeres que vivieran vidas reverentes dedicadas a Dios:
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3-5).
En nuestra propia sociedad que valora la independencia, todavía podemos elegir aprender de las mujeres piadosas que forjan camino. Nos necesitamos las unas a las otras.
Madres, no tenemos que vivir la maternidad en aislamiento.
Esposas, no tenemos que aprender a respetar a nuestros esposos por nuestra cuenta.
Mujeres jóvenes, no tenemos que descifrar el plan de Dios sin ayuda.
Viudas, no tenemos que recoger los pedazos solas.
Mujeres mayores, no tenemos que sobrellevar solas las transiciones de la vida.
No tenemos que hacerlo por nuestra propia cuenta porque con Dios, nunca estamos solas. Y también nos ha dado una comunidad bíblica en la que podemos apoyar, a la cual acudir y de la cual aprender. Él nos ha equipado para encontrar mentoras, compartir nuestras luchas y crecer en feminidad bíblica. Vivamos amadas.
por KRISTEN MILLER