¿Y si tus sueños son un llamado a la oración?
Una noche, mi esposo, Leif, se despertó de golpe. «Estás aquí» dijo, con voz temblorosa.
Leif había soñado que caminábamos sobre el lago de un glaciar. El hielo se agrietó y él miró, horrorizado, cómo me sumergía en el agua congelada. Trató desesperadamente de sacarme, pero yo estaba fuera de su alcance. Me vio luchar impotente hasta que se despertó sobresaltado.
«Estoy bien», le aseguré.
Unas noches más tarde, Leif volvió a despertarse después del mismo sueño.
Luego tuvo el sueño una tercera vez. Fue entonces que captó mi atención, o mejor dicho, el Espíritu Santo captó nuestra atención. Leif no había sido un soñador repetitivo antes, así que vi el sueño como un llamado a la oración.
Espíritu Santo, ¿estás tratando de llamar nuestra atención? Si es así, ¿cuál es el mensaje?
Mientras oraba, me di cuenta de que los sueños no predecían un peligro literal. Más bien, revelaban lo que yo sentía por dentro. Había estado luchando con mi salud y, como el hielo de un lago que se astilla, la enfermedad misteriosa me había tomado por sorpresa. Me había desplomado en un agujero oscuro y me estaba ahogando en la soledad. Las personas que querían rescatarme y resucitarme se sentían fuera de mi alcance, en parte porque estaba rechazando su ayuda.
Esos sueños repetitivos me motivaron a liberarme del aislamiento y volver a conectarme con nuestra comunidad, personas que nos brindaron apoyo de maneras inesperadas pero hermosas en nuestra sanación. Y así fue hasta que recuperé mi salud muchos meses después.
Desde entonces, he descubierto que a veces el Espíritu usa un sueño para dirigir y guiarnos o para despertar la conciencia espiritual. Ahora bien, no todos los sueños contienen un mensaje divino. La mayoría de nuestros sueños sirven como una especie de «limpieza mental», eliminando las toxinas y las hormonas del estrés que se acumulan durante las horas del día, como resultado de que nuestras mentes y cuerpos realizan funciones importantes de mantenimiento y procesamiento mientras dormimos.
Pero incluso cuando los sueños no provienen del Espíritu Santo, pueden convertirse en indicaciones de oración poderosas, llevándonos a una comunión más profunda con Dios. Nuestros sueños ordinarios a menudo revelan lo que está sucediendo debajo de la superficie de nuestras mentes conscientes: nuestras ansiedades ocultas, esperanzas no reconocidas y experiencias no procesadas.
Cuando los llevamos al Espíritu Santo a través de la oración, haciéndolos disponibles para Su toque sanador, los sueños ordinarios se convierten en puertas hacia el crecimiento espiritual y una intimidad más profunda con Dios.
En lugar de descartar estos sueños como si no tuvieran sentido o nos obsesionáramos con significados ocultos, podemos simplemente llevarlos al Espíritu como iniciadores de conversación: Espíritu Santo, tuve este sueño. ¿Qué podría revelar acerca de mi corazón? ¿De qué manera quieres venir a mi encuentro con estos sentimientos? Podemos orar como oró David en nuestro versículo clave:
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis ansiedades (Salmo 139:23).
Nuestros sueños pueden ayudarnos a practicar la autoconciencia y la vulnerabilidad que fomentan una relación auténtica con el Espíritu. Al igual que los discípulos que llevaron sus preguntas a Jesús, nosotras podemos llevar nuestros sueños con toda su confusión y emoción, a Aquel que nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotras mismas.
por MARGARET FEINBERG