La luz de vida.
Antes de que yo, Arielle, abriera la Biblia, era solo una chica que buscaba la paz, intentando sobrevivir con mis propias fuerzas. Era doloroso y mentalmente agotador. Constantemente intentaba navegar la vida, hacer lo correcto, pero siempre me sentía perdida hasta que llegué a un callejón sin salida.
Ningún médico, terapeuta ni amiga me podía curar de mi dolor emocional y mental. Estaba desesperada por sanar, pero no tenía recursos. Fue entonces cuando Ángela me dijo que empezaríamos a leer la Biblia juntas a diario. Ella sabía que esta sería la cura que buscaba.
Empezamos con el libro de Juan. Antes de empezar, Ángela oró para que entendiéramos las Escrituras y para que el Espíritu Santo nos revelara lo que Dios nos estaba mostrando.
«En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Juan 1:1, NTV). Antes de esto, no apreciaba lo que era la Biblia. Sabía que contenía historias, pero no entendía su significado. Ahora me di cuenta de que la Biblia es la revelación de Jesús que se despliega en cada página.
También leemos Juan 8:12: «Una vez más Jesús se dirigió a la gente y dijo: — Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida».
Ángela explicó: «Dios es la luz de la vida. Y cuando leemos y aplicamos Sus promesas y lo seguimos, estaremos en la luz en lugar de estar en la oscuridad».
Todo tenía sentido: mi oscuridad, mi confusión y mi desesperanza. Mis ojos se abrieron a la verdad. Aunque aún estaba sanando, sabía con quién lo hacía. Por fin tenía algo en lo que podía apoyarme y confiar: la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios estaba infundiendo vida en mí y era medicina para mi espíritu. Me enseñaba cómo estar bien con Él. Su amor incondicional, Su misericordia, Sus milagros, Su cuidado y dulzura me brindaron una nueva seguridad.
La Biblia me enseñó a caminar por la fe y Dios me reveló las áreas de mi vida que necesitaba cambiar, lo cual no fue fácil. Pero con la ayuda de Dios, enfrenté mis debilidades. Esto me enseñó a arrepentirme y restauró mi comunión con Él. Me llevó a la salvación y me instruyó a vivir una vida santa, no una vida perfecta, sino una de obediencia. Cuando comencé a aplicar Sus mandamientos, me di cuenta de que había encontrado una vida plena.
Todas queremos ser sanadas y vivir con gozo y alegría. ¡Tenemos acceso a eso! Todo está en Su Palabra. Esta es la revelación del Dios Todopoderoso, dada a nosotras para que podamos descubrir Su carácter y aprender a vivir cada día sabiendo que tenemos la seguridad divinamente prometida. Él quiere enseñarnos de qué se trata la vida y cómo podemos pasar la eternidad con Él.
Su palabra es nuestra luz misma.
por ANGELA HALILI AND ARIELLE REITSMA