La bondad de Dios y la perversidad de Israel
La bondad de Dios y la perversidad de Israel; la felicidad de vivir en la presencia de Dios; el deseo de David para caminar en la verdad
El Espíritu Santo guio a David a unir las dos armas de nuestra milicia — la oración y la inspirada Palabra de Dios — en el Salmo 86, mostrando el poder que tenemos cuando las dos llegan a ser parte de nuestra manera de vivir.
Cuando David ofreció su oración: «Inclina, oh Jehová, Tu oído, y escúchame, porque estoy afligido y menesteroso» (Salmo 86:1), y así él estaba reconociendo su dependencia en Dios. David se vio a sí mismo como «afligido y menesteroso», pero él también expresó: «Guarda mi alma, porque soy piadoso; salva Tú, oh Dios mío, a Tu siervo que en Ti confía» (86:2). Él le oraba al Señor diariamente, no sólo en los tiempos de crisis (86:3). Aunque David era el rey de Israel y nunca había perdido una batalla, al referirse a sí mismo como «Tu siervo», él estaba reconociendo el señorío de Dios sobre su vida (86:4).