Invoca al Señor.
Amo al SEÑOR, porque oye Mi voz y mis súplicas. Porque a mí ha inclinado Su oído; Por tanto le invocaré mientras yo viva.
Salmo 116:1-2 (NBLA)
Fue una sacudida de realidad que nunca pensé recibir: mi marido gritando ansiosamente al otro lado de la habitación, doblado por el dolor. La cara tensa, el sudor saturando su cuerpo. En plena noche, en una isla, en la primera noche de nuestra luna de miel.
Después de llamar a los servicios de emergencia, los socorristas llegaron a nuestra remota cabaña de madera, prepararon un transbordador de emergencia y desafiamos las aguas agitadas para tomar una ambulancia que nos llevó una hora hacia el sur, al hospital más cercano, para que mi marido se sometiera a una cirugía del apéndice.
Me desplomé en una silla plástica verde en la sala de espera, completamente agotada, con el cuerpo tenso. El peso de todo me oprimía, de manera pesada e insondable.
Las sacudidas de realidad tienen muchas formas y sorpresas, pero su núcleo es el mismo: una emergencia que se desata en nuestros corazones mientras intentamos mantener la compostura, sabiendo que en cualquier momento nos vamos a sentir abrumadas. Nos desmoronamos. Nos descomponemos. Nos consumimos en una oscuridad que nos presiona.
Es difícil de entender. Casi imposible de soportar. No podemos, no queremos afrontarlo solas. Es en este tiempo de sufrimiento cuando las palabras desaparecen, y nuestra única comunicación llega a través de un río de lágrimas y un silencio que habla más profundamente que cualquier otra forma de comunicación.
Pero conocemos a Aquel que nos sostiene en medio de la dificultad. Cuando estamos inconsolables, Su Espíritu nos consuela (Juan 14:26-27). Cuando sentimos dolor, Él nos brinda alivio.
Como escribió el salmista: «Amo al SEÑOR, porque oye Mi voz y mis súplicas. Porque a mí ha inclinado Su oído; Por tanto le invocaré mientras yo viva» (Salmo 116:1-2).
Hay una constante que proviene del saber que Dios está presente con nosotras y que no se apartará de la situación. Cuando las preguntas se acumulan, podemos estar seguras de que Él nos escucha y de que, en Su tiempo, nos hará saber lo que necesitemos saber. Mientras tanto, aprendemos más sobre quién es Dios, lo cual es lo más importante.
Es duro, pero debemos saber que Él está aquí y que cada una de nuestras respiraciones pronuncia solo dos palabras desde lo más profundo de nuestra alma:
Jesús. Sanidad.
Podemos estar destrozadas, pero nos levantaremos, aunque nos lleve mucho tiempo. Anímate, Dios ha escuchado tus súplicas. Su oído está inclinado hacia ti. Él es consciente de cómo te duele, y Él está allí, extendiendo Sus brazos para levantarte y sostenerte en Su abrazo seguro.
por SARAH FREYMUTH