Una cena y el Dios de las cosas nuevas.
Para algunos, podría haber parecido una simple llamada telefónica con mi papá un domingo por la noche, pero para mí era un milagro.
Hablamos principalmente del pescado que estaba cocinando para la cena. Sabiendo que su lenguaje de amor es la comida, le pregunté cómo lo estaba preparando.
Con orgullo, respondió con su acento haitiano marcado: «un poco de ajo, mantequilla, limón, sal, pimienta y pimentón».
Charlamos brevemente antes de despedirnos. Asenté mi teléfono en el mesón de la cocina y reflexioné en todo lo que Dios había hecho en nuestra relación.
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 3 años, y durante la mayor parte de mi vida, mi papá luchó con la adicción al alcohol. Le guardaba rencor por su ausencia en mi vida. Durante años, mi corazón permaneció distante.
Nunca imaginé que un día de domingo mi padre y yo conversaríamos sobre la cena. Fue entonces cuando reconocí que Dios había obrado algo nuevo, no solo en la relación entre mi padre y yo, sino en cada uno de nosotros individualmente.
Dios se dedica a hacer cosas nuevas. Lo vemos en Isaías 43:19: «He aquí que yo voy a hacer una cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Aun abriré un camino en el desierto, y ríos en la soledad».
Este versículo fue escrito cuando los israelitas se habían vuelto a ídolos extranjeros y habían rechazado a Dios. Como resultado, fueron exiliados a Babilonia durante 70 años, pero aquí, en este versículo, Dios les decía: No se estanquen en su castigo presente ni en los tiempos pasados de poder. Voy a hacer algo completamente nuevo.
Ahora sabemos que el cumplimiento definitivo de esta cosa nueva fue el Redentor profetizado: un Rey nacido de una virgen (Isaías 7:14), cuyo único propósito era salvar a Su pueblo mediante Su propia muerte (Isaías 53). Juan el Bautista más tarde lo llamó el Cordero de Dios que quitó los pecados del mundo (Juan 1:29).
Los israelitas no esperaban que la liberación viniera de un Salvador crucificado, así como yo no esperaba que ríos de Su agua viva transformaran mi corazón seco y desértico. La palabra hebrea para «nuevo» en Isaías 43:19 es chadash, que también puede significar «renovar o reparar». Esto es exactamente lo que Dios hizo entre mi padre y yo.
Aprendí el poder del perdón y elegí aceptar a mi padre tal como es, en lugar de intentar convertirlo en quien yo quería que fuera. Por la gracia de Dios, mi padre se ha alejado del alcohol y ha aprendido a apoyarse y depender de Dios. Ambos hemos experimentado algo nuevo que sólo Dios podía hacer en nuestra relación. Y Dios sigue haciendo cosas nuevas en cada uno de nuestros propios desiertos.
Aunque parezca imposible, Él sigue siendo el Dios de las cosas nuevas.
por KIA STEPHENS