Soy una amante de la comida.
Soy una amante de la comida, y sin duda se me conquista por el estómago. Crecí en la cocina con mi madre, mis abuelas y mis tías. Mi mamá me dejaba ayudarle a revolver el guiso de carne de color carmesí y a rellenar conchas de pasta con queso ricotta. Me convertí en la ayudante de mi abuela Cora cuando preparaba lumpia (rollitos de primavera) o añadía ingredientes a su pancit (fideos de arroz). Me enseñaron que la hospitalidad era una vía para amar a las personas y alimentar almas.
Ahora, me encanta preparar estos platos favoritos con mis hijas. A menudo invitamos a amistades, vecinos y compañeras de deporte a nuestra mesa. En nuestros banquetes saboreamos risas, lágrimas y buenas historias.
En Rut 2:14-17, Booz invitó generosamente a la viuda Rut a comer en su mesa. Recuerda la situación de Rut: ella y su suegra, Noemí, dejaron Moab porque se quedaron solas y sin recursos después de la muerte de sus maridos. Se habían acostumbrado a la sensación de hambre. Recorrieron una larga distancia porque habían escuchado que había una cosecha en Belén, lo que significaba más comida (o al menos algo de comida) para las viudas como ellas.
Rut 2:14 nos cuenta que Rut comió en la mesa de Booz hasta quedarse satisfecha: «Cuando Rut se sentó con los segadores, Booz le ofreció grano tostado. Ella comió, quedó satisfecha y hasta le sobró».
¡Ella saboreó cada bocado! Imagina el contraste. Rut llegó al campo de Booz para recoger espigas (básicamente para recoger las sobras), pero después la invitaron a la mesa con el dueño del campo y sus trabajadores. No era frecuente que integrasen a los cosechadores de esta manera. En aquella sociedad jerárquica, probablemente tampoco era común que el terrateniente llegara y comiera con sus trabajadores. Pero Booz era otro tipo de jefe.
Para Rut, esta comida estaba probablemente entre las mejores de su vida. Tenía incluso sobras para llevar a casa, junto con los granos que había recogido.
Cuando compartimos una comida con alguien (no importa cuán elaborada o sencilla sea), a menudo se produce una conexión íntima y personal. Esta es la razón por la que, con frecuencia, Jesús también eligió atender las necesidades de la gente alrededor de la mesa. Les daba la bienvenida y los alimentaba. Convirtió agua en buen vino en una boda (Juan 2:1-11). Dio pan a Sus amigos en un ejemplo de cómo Su cuerpo sería partido para ellos (Mateo 26:17-30). Después de resucitar y levantarse de la tumba, atendió las necesidades de los cuerpos y las almas de Sus discípulos albergando una parrillada de pescado en la playa (Juan 21:10-14).
Amiga, al igual que Booz fue el redentor de Rut (Rut 2:20), nuestro Redentor se sienta con nosotras a la mesa, y tiene para ofrecernos en abundancia. Él nos da una porción de Su rectitud, amor y paz. ¡Lo que Él provee es siempre más que suficiente! No nos conformemos con las migajas cuando estamos invitadas al banquete que Él ha preparado para nosotras.
Dios, gracias por ser mi Proveedor. Ayúdame a abrir los ojos y mi corazón hoy a Tu provisión abundante. En el Nombre de Jesús, Amén.