Rindiendo mi necesidad de otra señal.
¿Por qué es tan difícil?, me preguntaba. Es solo un correo electrónico. Sin embargo, parecía arriesgado.
Estaba entrando en una etapa en el ministerio donde Dios me estaba llamando a intentar cosas nuevas y a desafiarme a mí misma, pero dudé. Durante semanas, me sentía inspirada de enviarle un correo electrónico a la esposa de mi pastor para comenzar a dirigir un estudio bíblico de mujeres en nuestra iglesia. Pero en lugar de actuar, decidí esperar por otra señal de Dios. Al no recibirla, pensé en diferentes escenarios en mi mente.
El miedo al fracaso y al rechazo me invadió. Pasaron las semanas… hasta que una noche, mi esposo y yo hablamos. Sin titubear, él le habló a mi duda.
«Deja tu yugo y toma el Suyo», declaró como un hecho. Parecía tan simple, y sin embargo, yo lo había complicado.
¿Te ha pasado alguna vez? Sientes que Dios te impulsa a intentar algo nuevo, pero anhelas tener certeza de lo que sucederá. Tu incertidumbre ensordece la voz que te recuerda Su poder en ti.
En nuestro versículo clave, vemos que sí tenemos certeza, pero esta no proviene de conocer los resultados. La certeza que tenemos reside en nuestra relación con Dios:
Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir con devoción (2 Pedro 1:3).
Al leer este versículo, he notado que no dice que Dios nos concederá todo lo que necesitamos. Dice que Él ya nos lo ha concedido. Si somos sus hijas por la fe, estos dones ya están disponibles para nosotras, y Dios tiene la intención de que los usemos.
Podemos avanzar con confianza, no porque tengamos garantizada una cierta respuesta de los demás, sino porque Dios nos acompaña. Su Espíritu nos ayuda. Pedro continúa diciendo que, debido a la promesa del versículo clave de hoy, debemos esforzarnos «por comprobar si realmente forma[mos] parte de los que Dios ha llamado y elegido» (2 Pedro 1:10, NTV).
Cuando nos negamos a avanzar, hacemos lo contrario de lo que dice este versículo. Pero al confiarle a Dios nuestras expectativas, el resultado puede sorprendernos: también confiamos más en nuestra capacidad de escuchar Su voz.
Cuando finalmente envié ese correo electrónico, fue recibido con entusiasmo y apoyo. Dios ya había conmovido corazones y preparado el camino. Pero para ver esta respuesta, tuve que dar un paso. Tuve que arriesgarme y confiar en que Dios me estaba guiando. Amiga, te invito a hacer lo mismo.