Recientemente nos mudamos a una casa nueva.
Después de una búsqueda de cuatro años, pensarías habríamos encontrado exactamente lo que habíamos soñado.
No del todo.
A veces Dios no está interesado en darnos lo que queremos. Está dedicado a enseñarnos a querer lo que Él nos da.
La mudanza fue especialmente difícil porque mi marido y yo hicimos la mayoría del trabajo por nuestra propia cuenta mientras hacía malabares para compaginar fechas límite y migrañas crónicas. Además, tuvimos que lidiar con asuntos inesperados en la casa nueva. Tuve que dormir en el sofá porque nuestra habitación preciosa tenía un problema que no sabíamos cómo arreglar. Silenciosamente alarmada, me preguntaba si habíamos cometido un error.
Quizás porque el mundo que nos rodea parece sostener más incertidumbre cada día, nuestros propios problemas pueden parecer más importantes y más complicados. Quizás nuestro umbral del dolor, de las dificultades y de la pérdida sea cada vez menor.
Hablando de tiempos inciertos, Jesús dijo, «No se alarmen, porque es necesario que todo esto suceda…» (Mateo 24:6b). En este pasaje, nuestro Señor mencionó todo tipo de miserias y desastres. Después dijo que no quiere que vivamos en un estado de preocupación.
Dios no diseñó nuestros cuerpos y nuestras almas para vivir en un miedo perpetuo. Él sabe que esa forma de pensar habitual nos hará daño. Las circunstancias de nuestras vidas personales y globales pueden ser cada vez más preocupantes, pero Jesús no quiere que hagamos de esa inquietud nuestro hogar.
Este versículo nos llega en forma de orden: «No se alarmen» es una orden en plural para todos los seguidores de Jesús. Ustedes no se alarmen. Procura, en este momento, no estar alarmada. Sin importar lo que se esté revelando a tu alrededor, asegúrate de no permitir a tu alma caer en la preocupación habitual.
Lo cual sugiere que tenemos cierto control sobre cuán alarmadas nos sentimos.
Podemos recordar de manera activa que Dios nos acompañará a través de lo que estemos enfrentando en este momento. Su provisión puede ser un cambio real en nuestras circunstancias, o puede guiarnos a una puerta interior que nos lleve de la preocupación a la paz.
Abrir esa puerta interior requiere de fortalecimiento espiritual. Aquí va otro lugar donde tenemos control: construir puertas en nuestras mentes que se abren a la belleza en lugar de a las cenizas. Centrarnos en la esperanza en lugar del desánimo, a la fuerza de Dios en lugar de a nuestra propia fragilidad.
Nuestros corazones están desesperados por recordar tales puertas. Dios quiere que situemos nuestras almas lejos del miedo, en la seguridad de Su paz.
Es lo que tuve que hallar en mi casa nueva. Con el tiempo, me acomodé en la paz, antes de descubrir la solución a nuestro problema. Tuve que luchar por volver a poner mi confianza en la guía de Jesús y en mi gratitud por Su regalo. Ahora duermo en nuestra habitación y me regocijo de las bendiciones de Dios.
por TESSA AFSHAR