Pero, Señor, ¡no puedo hacer ESO!
¿Alguna vez has pensado que quien eres no es suficiente como para llevar a cabo los propósitos de Dios para tu vida?
Nuestras inseguridades pueden variar, pero todas las tenemos. Esas cualidades nuestras que a veces nos roban la confianza o seguridad, pueden ser un llamado de atención positivo para hacer algunos cambios saludables en nuestras vidas. Sin embargo, las inseguridades también pueden impedirnos de dar el paso hacia las tareas a las cuales Dios nos ha llamado.
Eso fue exactamente lo que le sucedió a Moisés en nuestro versículo clave de hoy.
Moisés sabía, con seguridad absoluta, a lo que Dios lo estaba llamando. Dios se lo había confirmado de forma audible a través de una zarza ardiente: «Tú vas a sacar de Egipto a mi pueblo Israel» (Éxodo 3:10, NTV).
Moisés sabía exactamente qué decir, sabía lo que Dios tenía planeado, sabía que Dios estaría con él y sabía que Él proveería para los israelitas con el botín de los egipcios. Entonces, ¿qué podía detenerlo cuando las cosas parecían tan claras?
Era lo mismo que a veces nos detiene a ti y a mí: Moisés dudó que Dios lo había creado para la tarea a la cual lo había llamado.
En Éxodo 4:10, Moisés le dijo al Señor: ««Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente. Ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua»».
El Señor le respondió con estas palabras poderosas: «—¿Quién forma la boca de una persona? … ¡Ahora ve! Yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir» (Éxodo 4:11-12, NTV).
Dios hizo más que responder a las dudas de Moisés; Él le aseguró a Moisés Quién era Él.
Cuando dudamos si tenemos las capacidades que necesitamos para seguir el llamado que Dios nos da, estamos dudando de Sus habilidades creativas. Él sabía desde el principio de los tiempos a qué nos llamaría y cómo tendría que formarnos. Todo lo que Dios hace es con precisión y propósito.
La forma exacta en la que Él te hizo está justamente relacionado a la manera en que te usará.
Confía en esto. Acéptalo. Aún si todavía no conoces todos los detalles de tu llamado, agradece a Dios por crearte perfectamente equipada para las tareas que tienes por delante.
Y cuando tus inseguridades empiecen a hacerte dudar, cambia la narrativa y eleva esta oración: Dios, puede que dude de mí misma, pero no dudaré de Ti. Así que dejaré que Tu perfección sea la que reemplace mis sentimientos de imperfección, y haré lo que Tú me instruyas.
Así como Moisés, podemos presentarnos frente a Dios con nuestras dudas. Puede que Dios no responda como nos gustaría, pero podemos confiar en que Él nos recordará Quién es Él.
Padre Celestial, confieso que, muy a menudo, dudo sobre mis capacidades para hacer lo que Tú me has llamado a realizar. Recuérdame que estoy perfectamente equipada para las tareas que me has asignado. Ayúdame a no dudar ni compararme. En el Nombre de Jesús, Amén.