Hemos tenido patrones de disfunción
Muchas de nosotras hemos tenido patrones de disfunción que, hasta cierto punto, nos han sido transmitidos. Quizás uno de tus padres era alcohólico. Tal vez tu abuela decía palabras hirientes a tu madre, y ahora tu madre te habla de la misma manera.
Ese fue mi caso: se transmitieron y pronunciaron palabras hirientes sobre mí. Incluso cuando decidí que ese patrón se detendría conmigo y me comprometí a hablar vida sobre mis hijos, las palabras seguían sangrando en patrones de pensamiento que parecía no poder controlar.
Pensaba:
No soy digna de ser amada.
No soy lo suficientemente buena.
No pertenezco.
Estos patrones de pensamiento inundaban mi mente como un huracán, provocando que me hundiera en el autodesprecio. Pensé que tal vez era una forma de humildad. Pero una mentora me dijo sabiamente: «La humildad es simplemente estar de acuerdo con lo que Dios dice que eres. Nada más y nada menos». Sus palabras me ayudaron a entender que Dios no me odia, así que no querría que me odiara a mí misma.
Cuando Dios hizo a los humanos, nos llamó buenos (Génesis 1:31), y de acuerdo con lo que Él dice que somos, podemos declarar que seguramente Dios hizo un buen trabajo al crearnos. La humildad no es odiarse a uno mismo. A veces podemos confundir las dos cosas, especialmente si crecimos en hogares donde el amor no se daba libremente, pero Dios ha declarado a través de Su amor por nosotras que somos realmente dignas de ser amadas.
Marcos 12:30-31 dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más importante que estos”.
Para algunas de nosotras, amar a los demás es algo natural. Podemos animar a los demás. Podemos ofrecerle un regalo a una amiga y dedicar tiempo cuidando de nuestra familia, pero nunca consideraríamos hacer lo mismo por nosotras mismas. Sin embargo, en esta escritura, vemos que así como Dios nos ama y nos llama a amar a nuestro prójimo, amarnos a nosotras mismas también es una parte asumida de Su mandamiento.
Durante años, he sido mentora de jóvenes que han crecido en situaciones difíciles. Les he dicho que son dignos del amor de Dios y que deben creer que Dios tiene cosas buenas para ellos. Sin embargo, después de decirlo tantas veces, me di cuenta de que, aunque creía que el amor de Dios era verdadero para todos los demás, nunca lo creí para mí.
Amiga, el amor de Dios, que es accesible a todos, está igualmente disponible para ti. Te invito a creer que el valor que ofreces a los demás, Dios también te lo ofrece generosamente.
Los pensamientos de autodesprecio pueden quebrantarnos, pero los pensamientos de amar a quién Dios nos ha creado para ser pueden sanarnos.
Padre celestial, Contigo, rompo las cadenas de cualquier fortaleza generacional y del autodesprecio, y acepto el amor que me has ofrecido. En el Nombre de Jesús, Amén.
por TORI HOPE PETERSEN