Elegir amar a Dios incluso cuando la vida duele.
Hace varios años, pasé por una de las épocas más difíciles que he vivido. Me dolía el corazón, la cabeza me daba vueltas por la preocupación y el estrés, y mis temores sobre lo que me deparaba el futuro me paralizaban.
Había días en los que no tenía motivación para seguir adelante ni para levantarme de la cama, y las lágrimas no cesaban. Días en los que cuestionaba a Dios sobre la angustia y el sufrimiento, la aparente injusticia de la vida y las oraciones sin respuesta.
Sin embargo, un día en particular, en medio de un problema especialmente difícil, mi corazón cambió durante un momento de oración. Me escuché decirle algo a Dios que me tomó por sorpresa. Fue solo una declaración simple que salió sin esfuerzo de mis labios:
Te sigo amando, Señor.
Mientras mi mente se arremolinaba con dolor y pensamientos negativos, mi alma se arremolinaba con mi amor por Él, incluso cuando pensaba que no podría hacerlo. Y sabía que Su amor por mí no vacilaba.
Como dice Romanos 5:8, «Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores».
Cuando la vida va bien, es más fácil amar a Dios y creer que Él nos ama. Pero cuando la vida se desmorona o nos golpea una dificultad inesperada, no es tan fácil. Incluso puede parecer imposible. El tener sentimientos y dudas no nos hacen malas personas ni fracasos como creyentes. Simplemente significa que somos humanos.
El lado positivo es que estos pensamientos pueden obligarnos a hacernos algunas preguntas difíciles: a pesar de todo, ¿seguiré amando a Jesús con todo mi corazón, alma y mente, aunque Él permitió que ocurrieran estas circunstancias? ¿Seguiré creyendo que Él me ama y tiene buenos planes para mí?
Nuestras respuestas honestas a estas preguntas sirven como un indicador de si amamos al Señor solo en los buenos tiempos o todo el tiempo: cuando Él da y cuando Él quita, cuando responde nuestras oraciones más profundas y cuando sentimos que Él no está escuchando en absoluto.
Tal vez estés atravesando un momento difícil, una herida inesperada o una pérdida dolorosa. Quizás te estés preguntando si Dios escucha tus oraciones o si se ha olvidado de ti. O tal vez has estado dudando en secreto si Él te ama y si tú todavía lo amas.
No estás sola. Incluso los seguidores más fieles de Jesús tienen momentos en los que dudan de Su amor. Momentos en los que se preguntan si Su amor es para ellos o solamente para todos los demás.
Esos pensamientos son del enemigo que quiere nublar nuestras mentes, hacernos amargados y alejarnos de Dios. Pero las Escrituras nos dicen que Dios envió a Su Hijo a morir por nosotros, aunque todavía éramos pecadores, porque nos ama tanto.
Somos muy bendecidas por tener el amor de Dios. ¿Lo amarás, pase lo que pase?
Querido Señor, perdóname por dudar de Tu amor por mí. Ayúdame a centrarme en Tu amor eterno, a dejar atrás mis dudas y a amarte incondicionalmente a pesar de mis circunstancias. En el Nombre de Jesús, Amén.
por TRACIE MILES