«El orar simplemente no está funcionando»
«El orar simplemente no está funcionando», le confesé a mi amiga mientras platicábamos en la parte trasera de nuestra cafetería favorita.
Estaba atravesando una época de pérdidas inesperadas y mi relación con Jesús se sentía forzada y tensa. Las conversaciones sinceras que alguna vez compartí con mi Salvador habían menguado. Las páginas de mi diario de oración estaban vacías. Era como si mis palabras estuvieran siendo estranguladas por el peso de la decepción y el dolor de mi corazón herido.
¿Cómo podía orar si no tenía nada que decir?
«Tal vez deberías dejar de preocuparte por hablar con Jesús y concentrarte solo en caminar con Él», me instó suavemente mi amiga.
Su sugerencia fue un eco sorprendente de un versículo de la Biblia que había leído esa mañana y anotado como un recordatorio tangible de seguir buscando a Cristo. Saqué un trozo de papel de mi cartera y le mostré a mi amiga mis garabatos: “Por tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús el Señor, así anden en Él” (Colosenses 2:6).
La palabra griega traducida como “anden” en este versículo no se refiere simplemente al acto de mover nuestros pies. Transmite la idea de estar en compañía de alguien; implica un viaje compartido.
Colosenses 2:6 no es un comentario sobre nuestro andar; es un llamado a la conexión.
Ese fragmento de las Escrituras, junto con las palabras oportunas de mi amiga, me desafiaron a encontrar una nueva manera de conectarme con Jesús en medio de mi desánimo. En lugar de mirar fijamente las páginas en blanco de mi diario de oración, comencé a caminar diariamente por el bosque en mi patio trasero. Mientras caminaba por ese sendero bordeado de árboles, mi mera presencia se convirtió en mi oración.
El hecho de que me apareciera para las caminatas fue mi manera de decir: Jesús, caminaré Contigo por más que me cueste hablar Contigo. Me acercaré incluso cuando Te siento lejos.
Una vez que me comprometí a pasar tiempo con Jesús, reconocí que Él también estaba conmigo. Escuché Su gozo en el canto de los pájaros arriba y noté Su carácter juguetón en las ardillas que se escabullían. Observé Su fidelidad en el cambio de las estaciones y Su fuerza en los árboles de raíces profundas.
En mi temporada de esperanza débil y palabras escasas, mi definición de lo que es la oración se amplió. Descubrí que a veces la oración es un grito desvergonzado de rodillas, y a veces son lágrimas de ira y súplicas silenciosas. La oración se expresa con palabras honestas y también con pasos rendidos.
Así que, si te cuesta orar, querida amiga, ¡no te rindas! Conéctate con Jesús hoy dejando que tu presencia hable donde tus palabras se quedan cortas. Luego, hazlo de nuevo mañana.
La oración puede no siempre incluir el pronunciar palabras, pero sí requiere el estar presente. Y cuando nos presentamos con un rayo de esperanza y un corazón humilde, encontramos que Jesús ya está allí, listo y dispuesto a acompañarnos en nuestro viaje y escuchar nuestras oraciones.
Querido Jesús, ayúdame a estar Contigo hoy para poder conocerte más profundamente mañana. Enséñame a orar con o sin palabras. En el Nombre de Jesús, Amén.
por ALICIA BRUXVOORT