Como enfermera, he tenido el honor de cuidar a personas en todas las etapas de la vida y con diversas condiciones, desde familias que dan la bienvenida a nuevos bebés hasta personas que enfrentan accidentes traumáticos inesperados. Estas experiencias me han dado la oportunidad de demostrar amor a desconocidos. A veces, he tenido que reconocer y dejar de lado mi incomodidad, para ver más allá de la intensidad de situaciones sombrías y concentrarme en las necesidades de la persona a la que estoy capacitada para ayudar.

Mientras cortaba uñas, limpiaba heridas y cambiaba vendas, también he podido escuchar historias y vislumbro partes de la vida de mi prójimo. Gracias a mi presencia, incluso por períodos breves, otras personas han compartido conmigo lo que es importante para ellas, lo que desearían haber logrado y lo que aún esperan lograr. He podido orar por y con otros, mostrar empatía y asegurarme de que cada persona a mi cargo no se sienta sola en lo que está pasando.

Estas oportunidades también pueden presentarse cuando te ofreces a sacar la basura de un vecino, recoger sus comestibles, cuidar a sus hijos, cocinarles una comida o encontrar el tiempo para tener una conversación con ellos antes de continuar con tu día.

Marcos 12:30-31 dice: «Y AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE, Y CON TODA TU FUERZA». El segundo es este: «AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO». No hay otro mandamiento mayor que estos»» (NBLA).

Amiga mía, amar a tu prójimo no siempre es conveniente. A menudo ocurre en momentos inesperados cuando ya tienes planes. Puede resultar incómodo, ya que requiere que te involucres en los aspectos muy personales, generalmente invisibles, de la vida de los demás. Puede costarte tiempo y recursos que van más allá de lo que asignaste en tu presupuesto. Puede que sea necesario que estés presente, escuches historias, sirvas de diversas maneras y, aun así, solo eches un vistazo a la vida diaria de tu prójimo.

Sin embargo, es importante recordar que amar a tu prójimo es tanto un mandato como una elección. Esta elección requiere que primero sepas que Dios te ama profunda e incondicionalmente, y que tu capacidad de amar a los demás es una extensión y una demostración de tu relación con Él.

Tal vez tus vecinos hablen un idioma diferente al tuyo, tengan creencias u opiniones políticas diferentes a las tuyas o vivan un estilo de vida distinto al tuyo. Decidir buscar con rectitud su bienestar al extenderles el amor de Dios sin condiciones te cambiará y te formará de maneras hermosas e inesperadas. Puedes amar a tu prójimo porque Dios te amó primero. Es una acción que, en última instancia, le trae alabanza, honor y gloria a Él.

Querido Dios, gracias por mis vecinos, las lecciones que aprendemos los unos de los otros y la capacidad que me has dado para demostrarles Tu amor. Continúa guiando mis interacciones con los demás, brindándome oportunidades para amarlos mientras busco Tu gloria. En el Nombre de Jesús, Amén.

por TRACIE BRAYLOCK