Suelta la preocupación y aprende a confiarle nuestras cargas.
Un día frío en Georgia, me reuní con una madre joven en un café local. Mientras disfrutabamos de un té caliente, ella me contó sobre su tendencia a preocuparse, temores que paralizaban su fe y una sensación de que no era digna del amor de Dios. Estas emociones la llevaron a cuestionar si Dios realmente se preocupaba por sus circunstancias.
Hace ocho años, yo podría haber estado en su lugar. Mi historia reflejaba la suya, y podría haber terminado sus frases. La preocupación constante que sentía me robaba la confianza en que Él realmente se preocupaba por mí. La ansiedad paralizaba mi fe, convenciéndome de que necesitaba controlar todo.
¿Te suena familiar?
Muchas de nosotras enfrentamos luchas similares, sin importar nuestra edad o cuánto tiempo llevemos siguiendo a Jesús. La preocupación puede infiltrarse silenciosamente, susurrando que debemos manejar cada aspecto de la vida… la familia, las finanzas, la salud y todo lo demás. Distorsiona nuestra perspectiva, haciéndonos creer que si un solo detalle se nos escapa de las manos, todo se desmoronará.
Para aquellas que suelen preocuparse, 1 Pedro 5:7 nos brinda un llamado suave: «Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes».
Este versículo nos invita a entregarle a Dios nuestras cargas, confiando en que Aquel que nos ama profundamente puede llevar lo que nunca estuvimos destinadas a cargar.
La verdad es que Dios no nos llama a controlar. Nos llama a confiar: «Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propio entendimiento« (Proverbios 3:5, NBLA). Cuando las circunstancias están fuera de nuestro control, podemos encontrar descanso en Él.
Dios nos invita a traer cada preocupación y ponerla a Sus pies, confiando en Aquel que nunca nos abandona en momentos de angustia: «Sean firmes y valientes, no teman ni se aterroricen ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará»» (Deuteronomio 31:6, NBLA).
Su invitación a echar nuestras cargas sobre Él es un recordatorio oportuno de que no estamos en control, pero Él sí lo está, y siempre vela por nosotras.
Sentarme frente a mi amiga ese día me recordó el cuidado inquebrantable de Dios por nuestro bienestar y el apoyo que encontramos en la comunidad. En lugar de enfrentar las luchas de la vida en soledad, personificamos el amor de Dios cuando compartimos esos momentos difíciles. Momentos que nos recuerdan que ya somos valoradas y amadas como Sus hijas.
Si estás luchando con la preocupación, a continuación te comparto tres pasos que he aprendido y que pueden ayudarte a confiar más en Dios:
1. Identifica tus ansiedades. Escribe tus preocupaciones y considera compartirlas con una amiga de confianza. Reconocer las preocupaciones nos da poder para superarlas.
2. Ora por tus miedos. La oración nos ayuda a demostrar fe en la soberanía de Dios sobre nuestras vidas y cambia nuestro enfoque de nuestras limitaciones a Su poder ilimitado.
3. Elige rendirte. Confiar es una decisión continua. Cuando surjan preocupaciones, recuerda que no las cargas sola. Entrégalas a Dios, sabiendo que Él es confiable y está listo para ayudarte.
Estos pasos no eliminarán por completo la preocupación de la vida, pero mi oración es que anclen tu fe y fortalezcan tu confianza en Dios.
por JACKIE SMITH-BELL