El engaño del vino
El engaño del vino; la soberanía de Dios sobre los reyes de esta tierra; las virtudes morales son recompensadas
El alcohol es asombrosamente engañoso. El insidioso trago «de vez en cuando», aun en moderación, parace que no hace daño. Da la apariencia de que hace de la vida más gozosa. Pero muchas personas que beben «socialmente» tarde o temprano descubren que han cambiado el deseo de cumplir con un propósito en sus vidas por la mera despreciable existencia. Muchas personas ilustres que en otros tiempos habían tenido gran éxito e influencia han sido reducidos a la inutilidad por el alcohol. Pero, aunque parezca extraño, ellos piensan y están convencidos que ellos tienen el poder de parar de beber cuando ellos quieran. Por eso Dios nos amonesta: «El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio» (Proverbios 20:1).
Es digna de lástima la persona que trata de escapar las adversidades de esta vida y relajarse con «un pequeño trago». No hay palabras que puedan expresar los resultados tan tristes de las personas que continuamente usan el alcohol. La amonestación de Dios es clara sobre el efecto venenoso del alcohol: «Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor» (23:32).