Descansa, que Dios ya lo sabe.
«¡Mamá! ¡Él derramó agua en el sofá y empapó tus almohadas!» Mi hija de 4 años gritó a todo pulmón, en parte preocupada por el sofá y en parte contenta de no haber sido ella quien derramó el agua.
«Ella ya lo sabe», respondió su hermano mayor con calma total.
Al darse cuenta de que su denuncia no tuvo ningún impacto, mi hija siguió con lo suyo mientras mi hijo ayudó a limpiar su desastre, aliviado de que yo ya sabía de su error.
¿Cuántas veces cargamos con la culpabilidad de un error en lugar de entregarlo a Aquel que ya lo sabe? Tal vez en algún lugar en lo más profundo de nuestros corazones, nos sentimos celosas de alguna amistad. O tal vez respondimos una pregunta de manera deshonesta en lugar de ser sinceras. Tal vez sea algo más habitual, o nos hemos encontrado en una temporada de apatía hacia Dios.
Cualquiera que sea el error, podemos estar seguras de esta verdad: Dios ya lo sabe. Hebreos 4:13 nos dice: “Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas”.
No hay ningún defecto, grande o pequeño, que nuestro Dios no vea. No hay un sentimiento que podamos tener ni algo que podamos hacer de lo cual Él no esté consciente.
Durante años en mi caminar cristiano, ese concepto me resultaba un poco aterrador. Si te soy sincera, mi deseo de vivir rectamente estaba más impulsado por el miedo a la condena que por una convicción guiada por la fe. Aunque amaba al Señor, parte de mi buen comportamiento se basaba en el temor de que Él me viera cometer un error.
Sin embargo, al otro lado del temor está el amor. Como dice 1 Juan 4:18: “…el amor perfecto echa fuera el temor…” (NVI). Aferrarme a ese versículo abrió paso para que mi corazón tuviera una nueva apreciación de la omnisciencia de Dios.
De la misma manera en que mi hijo encontró paz al saber que yo ya sabía lo que había hecho, nosotros podemos encontrar paz al ver lo hermoso que es, que nuestro Padre ya lo sabe todo. Podemos acercarnos a Él sin filtros ni vergüenza, porque Él nos ve y nos ama. Él conoce nuestro ayer, hoy y mañana. En Cristo, nada puede separarnos del amor de Dios, y podemos correr hacia Él sin importar cuánto nos hayamos equivocado. ¿Qué tan dulce es que Él abra Sus brazos una y otra vez?
Dios quiere nuestra confesión, y “hemos de rendir cuentas” (Hebreos 4:13), pero para los creyentes, esto no es en nombre de un castigo, ¡sino por el bien de nuestra relación con Él! Ya sea que confesemos o no, Él es consciente de todas las cosas. Cuando luchamos con emociones, amistades o cualquier cantidad de cosas en este mundo en donde retratar la perfección se ha convertido en una obsesión, podemos descansar en la paz de la verdad de que nuestro Padre ya lo sabe.
Dios, gracias por verme. Gracias por conocer todo lo bueno y lo malo de mí y por amarme de todos modos. Ayúdame a encontrar consuelo en Tu amor que lo sabe todo. En el Nombre de Jesús, Amén.
por JASMINE WILLIAMS